Está muy de moda ahora hablar de educar las emociones de nuestros niñ@s, sin darnos cuenta que la verdadera educación es la que se hace desde el corazón, seas padre o docente, y que empieza por nosotros mismos. Da igual cuán importante seas a nivel social, cuántos éxitos acumules o si tienes mucho dinero, al final todo el mundo quiere lo mismo: SER FELIZ Y DISFRUTAR DE LA VIDA.
Pero eso no significa vivir en un estado continuo de euforia o alegría, sino disfrutar del camino y aceptar las adversidades como parte de nuestro aprendizaje y quedarnos con la parte positiva de todo lo que nos sucede.
Para ello es importante entender que no existen las llamadas emociones negativas o positivas, sino perjudiciales o no perjudiciales. El miedo, por ejemplo, puede ser una emoción que te ayude a superar un peligro, pero en exceso te puede paralizar y hacer que pierdas la oportunidad de realizar un proyecto que cambiaría tu vida, o decirle algo importante a alguien a quien amas.
Poder mantener un equilibrio entre la razón y el corazón es básica para poder desarrollar nuestra inteligencia emocional, donde la única manera de educar para dejar una huella positiva en nuestros niñ@s, que son el futuro, es PENSANDO CON EL CORAZÓN a la hora de educar y donde la compasión y la gratitud son fundamentales.
Cada vez existen más educadores que son conscientes de la necesidad de incluir la educación emocional dentro del aula, considerando esencial que los niños no sólo sepan contar números o hacer trazos, sino que también sean capaces de decir “lo siento”, “te quiero” o “estoy triste” a las personas que forman parte de su entorno y por las que sienten afecto. De ahí la importancia de que padres y educadores sepan también manejar sus emociones, y de que proporcionemos a nuestros niños estrategias y modelos de conducta para poder comprender y expresar lo que sienten. Es imposible enseñarle a un niño a ser empático con los demás o a compartir si el adulto de referencia es un tirano que trata con desprecio a los demás o un egoísta y sólo le mueve la avaricia del dinero o la fama. El Dalai Lama, hombre sabio con seguidores por todo el mundo dice que «sólo si eres humilde tendrás éxito», y «sólo si eres amable con los demás serás feliz».
Es esa calidad humana que nos hace especiales a las personas, un tanto perdida en los tiempos que corren por culpa de crisis económicas, guerras o avaricia por el dinero, pero que empieza a recuperarse por familias y docentes que sienten y piensan que los niños felices son el futuro de nuestra sociedad. Y es que, en realidad, nuestra meta no debe ser, ser feliz en el «ahora», sino ser feliz «durante el camino», siendo capaces de gestionar de forma adecuada todo lo que nos vamos encontrando en nuestra andadura de la vida, sea positivo o negativo.